La detención del alcalde de la localidad alicantina de Polop por su vinculación en el asesinato de su antecesor resulta escalofriante. Habrá que esperar a las investigaciones definitivas, a las imputaciones y al veredicto de la justicia. Pero en principio, con una buena parte de argumentos casi seguros y evidentes, parece que hayamos retrocedido 1.600 años en el tiempo.
Cuando el pueblo visigodo aún no había sufrido la dentadura del mundo musulmán, las guerras de poder eran una constante en la península ibérica. El trono de los reinos y los tesoros de los palacios eran motivo de luchas constantes. Europa vivió durante tres siglos su Época Oscura, donde casi 40 monarcas gobernaron en esos 300 años.
El intercambio político se efectuaba según una regla y pauta muy propia de la condición humana de entonces: la guerra y el atentado. Ciudades arrasadas, pueblos saqueados e incluso crímenes de alcoba derivaban en un cambio de color de gobierno, bajo la premisa de que tampoco ése duraría mucho.
Este último mes los hechos se han precipitado de forma vertiginosa. Dos años después del crimen en el que Alejandro Ponsoda perdió la vida, la Guardia Civil empujó la primera de una fila de piezas de dominó, que fueron cayendo una a una.
Polop encarna estos días la versión moderna de la vida de palacio en la antigua Roma, en la España goda o en la Europa profunda. Cuatro disparos a traición, con nocturnidad y bajo contrato. Hoy no se da un golpe de estado por extensos terrenos, bonitos palacios o enormes ejércitos. La mezquina condición humana ha sabido adaptarse a los tiempos de escasez. Hoy, la recalificación de terrenos y los intereses urbanísticos son suficientes para perpetrar el más vil de los actos del hombre.
El rey visigodo Sigérico gobernó sólo siete días. No hizo falta más tiempo para convencer a su opositor Walia, cuyos seguidores consideraron necesario pasar por el cuchillo al malogrado monarca. Hoy, cualquiera de ellos quedaría perplejo ante la vileza de lo sucedido en Polop. ¿Una vida a cambio de una alcaldía de 4.000 habitantes? ¿Una vida para garantizar la recalificación de terrenos orientados al Este? La crudeza humana llevada al extremo, en una sociedad en la que prima la razón y el engranaje democrático funciona con más o menos garantías. O eso creíamos.
Mucho he reflexionado estos días sobre los extremos que pueden llevar a un ser humano a acabar con la vida de otro. La crónica de sucesos nos salpica casi a diario con crímenes propios de centurias pasadas, cuando la civilización comenzaba a fraguarse y el sistema de orden aún se tambaleaba.
Polop se estremece ante la barbarie. Seamos sinceros y dejemos los eufemismos: estamos ante un acto propio de animales salvajes. Pero con el agravante de haberse elaborado mediante un plan maquiavélico, endemoniado y atroz. La Justicia no puede dejarlo impune y sólo el peso de la ley podrá recordarle a algunos que estamos a las puertas del año 2010.