El Gobierno español le ha dado un resuelto “sí” a EE UU sobre el envío de nuevas tropas a Afganistán que posiblemente hace unos años le hubiese sacado los colores al propio Rodríguez Zapatero. Y digo esto porque la presencia de nuevos soldados españoles sobrepasaría, en caso de llevar a cabo el Gobierno sus propósitos, los 1.200. Lo cual no es ninguna nimiedad. Y la inmediatez con la que Zapatero ha dado su respuesta afirmativa da más la sensación de que sea un intento de resarcirse de sus errores del pasado con los EE UU que de una decisión meditada con sosiego.
Da lo mismo que la orden venga de Obama que viniera de Bush. Da lo mismo que la OTAN respalde el mandato de Obama. O da lo mismo que Gordon Brown vaya en la misma línea, pues otros, sin embargo, como Merkel o Sarkozy no están de acuerdo con dicha medida.
El envío de soldados a un frente, en la guerra contra los talibanes, no es ninguna tontería por mucho nombre disfraz de misión humanitaria con que se quiera maquillar desde el Gobierno. Porque realmente no lo es. Pero creo que muy pocos saben lo que allí realmente se discierne. La invasión de Afganistán tuvo como objetivo democratizarla inicialmente. Eso fue hace ocho años. Ahora sólo se habla de acabar con los integristas.
Pero el problema de Afganistán no creo que se solucione plantándole cara a los talibanes y ganándoles la batalla. Porque ahora se llaman talibanes, pero pasado tendrán otros nombres, pues Afganistán tiene el caldo de cultivo suficiente para que cualquier clase de fundamentalista se instale allí en el poder dado que el coste de oportunidad es bastante bajo.
Y digo esto porque allí confluyen tres elementos que ponen el panorama del desarrollo del país bastante sombrío y que no están relacionados con la lucha de la campaña “Libertad duradera”. Me refiero a los problemas de la corrupción, la tasa de analfabetismo y el nivel de pobreza que allí subsiste.
Todos estos tres elementos se retroalimentan entre ellos. Afganistán dista de ser una democracia y no es de extrañar porque es un país muy pobre. Según el Banco Mundial, su ingreso per cápita en 2008 fue de 760 dólares. Lo que es lo mismo, 14 veces inferior al promedio mundial para ese año.
Las investigaciones han demostrado que con un ingreso per cápita tan bajo como el de Afganistán, las democracias pueden sobrevivir alrededor de ocho años, o cinco años cuando la economía no está creciendo. La esperanza de vida de una democracia, independientemente de su renta per cápita o la riqueza, está por encima de 40 años. Las democracias surgen en los países pobres a menudo, India supone un ejemplo. Pero las probabilidades no son nada buenas.
Las perspectivas de Afganistán no mejoran si tenemos en cuenta otras características que también pueden afectar la supervivencia de los regímenes democráticos. Afganistán es un país étnicamente fragmentado, con una cultura islámica, cuya población está organizada por clanes y tribus.
La democracia surge en un estado cuando los actores políticos deciden que la designación de quién va a gobernar el país procederá a través de unas elecciones competitivas. La democracia sobrevive cuando los actores políticos deciden respetar los resultados de las elecciones y, después del plazo acordado optar por otras elecciones competitivas, y tras dicha elección, respetar los resultados.
El acontecimiento más importante en una democracia es pues el momento en que los resultados son anunciados, y los que ocupaban la oficina ceden las llaves a aquellos que han sido recientemente elegidos.
En los viejos tiempos de la guerra fría, muchos creyeron que se podía llegar a la democracia indirectamente proporcionando ayuda al desarrollo en dictaduras para sembrar las condiciones que ayudasen a emerger la democracia. Aquello no funcionó. No obstante, hoy en día parece haber un entendimiento entre los países donantes y organizaciones internacionales que la única forma de apoyo a la democracia es apoyar a los actores y aquella prácticas que son compatibles con la democracia.
Esto significa que Afganistán no necesita más soldados españoles. Necesita de programas que promuevan organizaciones en la sociedad civil, crear o fortalecer los partidos políticos independientes, la profesionalización de los órganos legislativos, fortalecer el poder judicial, ayuda con la administración de las elecciones, y así sucesivamente. Se otorgan fondos a las organizaciones no gubernamentales en lugar de a los gobiernos y hacer hincapié en la formación del personal local.
Creo que ese tipo de programas son la única estrategia viable en Afganistán, aunque no han recibido la atención necesaria por parte de Occidente y cuentan con financiación insuficiente y…, suficientes probabilidades de fracasar.