El presidente de los valencianos, Francisco Camps, llegó al 7-J con la sombra de sospecha del caso Gürtel y ha salido sobradamente absuelto por las urnas. Para Camps, estas elecciones eran fundamentalmente un plebiscito personal y finalmente lo ha superado con enorme contundencia. Es cierto que el PP se ha catapultado en Madrid, Murcia o Galicia, pero el caso de la Comunidad Valenciana, era todavía más importante porque todas las miradas desde hace tres meses estaban puestas sobre el dirigente valenciano.
La euforia de Camps en la noche electoral no ha estado falta de motivos. En primer lugar, porque la victoria del PP sobre el PSOE ha sido superior a los 15 puntos porcentuales en la Comunitat Valenciana, un resultado histórico para los populares que se han distanciado en 278.000 votos sobre los socialistas. En segundo lugar, porque era el primer envite con Jorge Alarte como líder de los socialistas valencianos, una de las grandes apuestas de Ferraz, y que ha salido vapuleado hasta en el municipio donde es alcalde, Alaquàs. Y en tercer lugar porque se ha sabido movilizar al electorado del PP en una campaña que se preveía altamente abstencionista.
La confrontación y movilización han sido realmente las dos claves que han jugado a favor de los populares valencianos. La conocida “factoría Blasco” que ha estado marcando las pautas de la campaña ha sabido jugar con habilidad dichas bazas y encajonar a los socialistas en la ratonera del caso Gürtel del que no han sabido salir, ni parece que tengan el propósito de hacerlo, a tenor de las primeras reacciones de Alarte.
El equipo de campaña del PP sabía desde hace semanas que estas elecciones estaban ganadas, pero en la diferencia con el PSOE estaba la clave. Hasta 150.000 votos de diferencia hubiese sido interpretado como una victoria agridulce para Camps. Sin embargo, ni los más optimistas en las filas populares presagiaban una victoria tan aplastante.
Una de las razones de esta victoria hay que situarlas en la elevada movilización del electorado popular. El PP ha conseguido colocar un interventor en cada mesa electoral, lo que equivale a que 22.000 personas se conviertieran en movilizadores del voto popular en su entorno doméstico.
La otra idea de partida era que cuanto más se removiera el caso Gürtel por parte de los socialistas más se cohesionaría al electorado del Partido Popular y así ha sido. Más de un 53% del electorado ha participado en las elecciones europeas del 7-J, siete puntos por encima de la media española.
En definitiva, la llamada versión valenciana del caso Gürtel tiene pendiente la calificación final del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, pero lo que ya posee es la redención del voto ciudadano.