El blog de Jorge Mestre
  • Inicio
  • Artículos
  • Contacto
Inicio
Artículos
Contacto
El blog de Jorge Mestre - Todo empieza contigo… Una nueva forma de pensar sobre los agentes del cambio
  • Inicio
  • Artículos
  • Contacto
Browsing Category
Política internacional
Política internacional

¿Qué hace España por las democracias en el mundo?

15 agosto 2009 1 comentario

El pasado mes de julio se celebró en Lisboa la cuarta reunión de la Comunidad de Democracias, entidad intergubernamental fundada en el año 2000 por EEUU, y que tiene por objetivo promover la democracia occidental en el mundo. Dicho encuentro, al que asistió el ministro de Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, pasó realmente desapercibido en los medios de comunicación españoles y también del discurso prioritario del gobierno español.

El fomento y promoción de los valores democráticos no es cuestión baladí, sobre todo en un momento en el que la democracia está sufriendo importantes reveses, además en zonas que se podrían considerar de importancia estratégica para nuestros intereses nacionales como Venezuela, Bolivia, por no decir Cuba, y donde se echa de menos una mayor implicación del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero para contribuir a la expansión de la democracia.

Verdaderamente no todo es achacable al actual gobierno, porque ningún gobierno anterior del PSOE o del PP se ha tomado en serio la importancia del fomento de la democracia en países donde España ejerce cierta influencia como los mencionados anteriormente o, por citar otro ejemplo, Guinea.

No fue hace mucho cuando la visita del ministro Moratinos a Cuba mereció una durísima carta de “Freedom House”, una ONG que se dedica a promover la democracia en el mundo, por entrevistarse con los dirigentes de la dictadura y no verse con los defensores de la democracia.

Basta con ver la importancia que se le presta desde otros países a los procesos de apertura democrática, como en Estados Unidos, para descubrir que algo está fallando en la política exterior española. Allí, nos encontramos a dirigentes como Hillary Clinton , una firme defensora de la democratización en aras de la defensa, diplomacia y desarrollo.

El propio Barack Obama en una entrevista a la BBC declaró recientemente que los derechos humanos, la democracia y el imperio de la ley son los principios que todos los países deberían reafirmar y defender como parte de su identidad nacional. De hecho, para los norteamericanos la democracia supone un importante pilar de su política exterior.

En su famoso discurso de El Cairo, Obama situó la defensa de los valores democráticos dentro de una amplia visión de apoyo a los derechos humanos en general y con un ojo puesto en Oriente Medio, sobre todo lo referido a los derechos de las mujeres y la libertad religiosa en particular.

Asimismo, Obama fue uno de los políticos estadounidenses que más respaldaron la Ley de Avance de la Democracia (Advance Democracy Act) que suponía un aumento de la ayuda anual norteamericana en 50.000 millones de dólares dirigida a la democratización y reforma de gobiernos corruptos. Obama y sus consejeros emprendieron ideas ambiciosas para la reconstrucción de estados fallidos o en vías de serlo, y para respaldar a disidentes y reformistas. Dicho plan incluía un fondo de respuesta rápida para facilitar asistencia a las más jóvenes democracias y sociedades salidas de conflictos. Obama también defendió integrar los activos civiles y militares para ayudar a promover la democracia y el desarrollo conjuntamente.

A Obama se le puede considerar un liberal internacionalista, racionalista, o wilsoniano, cuya máxima aspiración es la expansión de la democracia. Por ejemplo, la embajadora norteamericana ante las Naciones Unidas, Susan Rice, ha defendido siempre apoyar a los disidentes y la intervención militar en aquellos países donde se violan los derechos humanos y se comete genocidio.

USAID es el nombre de uno de los programas principales para la promoción de la democracia en Estados Unidos y cifrado en más de 800 millones de dólares. Aparte hay que sumar los 375 millones para Afganistán y los 482 millones $ en Irak. En abril, Estados Unidos destinó 53,3 millones de dólares de ayuda a Georgia, de los cuales 20 millones iban dirigidos al apoyo de la democracia.

Estas cifras pueden parecer ridículas en comparación con los desembolsos en materia de seguridad, pero no son insignificantes. En España, las ayudas a la buena gobernabilidad las canaliza el gobierno español a través de los fondos de cooperación al desarrollo, pero de una manera tan heterogénea que llega a ser desconcertante.

Así, existe una ausencia de criterio claro a la hora de adjudicarlos, las inversiones en zonas como Oriente Medio y África son apenas inexistentes y no existen fondos a organizaciones que persiguen la instauración de la democracia en dictaduras como la de Cuba. Pero aparte de las ayudas directas, tampoco se defiende por la vía de los discursos las reformas democráticas en aquellos países donde languidecen las libertades. Todavía no se ha oído, en este sentido, ninguna crítica del gobierno español a los nuevos aires autoritarios de dirigentes populistas como Chávez, Correa o Evo Morales.

Es más, el ministro Moratinos se enrocó contra los golpistas que derrocaron al presidente hondureño José Manuel Zelaya, para alegría de Hugo Chávez, obviando los aires autoritarios que el propio Zelaya había adoptado en los últimos tiempos cuando pretendía perpetuarse en el poder mediante la correspondiente modificación constitucional en la línea de la que realizaron anteriormente Rafael Correa en Ecuador, Chávez en Venezuela o Evo Morales en Bolivia.

Creo que España debería haber adoptado un papel de árbitro entre unos y otros y no haberse alineado de inmediato con personajes de tan pocos escrúpulos democráticos como Hugo Chávez. América Latina está dando pocos signos de apertura democrática y nuestro gobierno actual está comprometiendo seriamente la defensa de unos valores fundamentales y el papel de España en el contexto internacional por una ideología que la propia historia enterró hace 20 años.

Las democracias contribuyen a la paz, previenen el terrorismo, no trafican con armas químicas y nucleares, gestionan mejor el desarrollo económico y los problemas globales. De todo ello, debería ser más consciente en Ejecutivo español que debería colocar entre las primeras prioridades de la política exterior y defender con firmeza los incentivos a la mejora de las democracias.

Continue reading
Reading time: 5 min
Written by: Jorge Mestre
Política internacional

El Nuevo Conservadurismo

29 julio 2009 No hay comentarios

Después de 12 años y de muchas luchas internas, los conservadores británicos afrontan su futuro más inmediato. Los problemas por los que pasaron los conservadores son los que afectan actualmente a los miembros del PP en España o a los Republicanos en Estados Unidos. El ascenso de David Cameron debería hacer reflexionar al PP en España y a Rajoy sobre su estilo.

El Cameronismo es la alternativa natural a las políticas tecnócratas de Barack Obama y que a diferencia del dirigente norteamericano que defiende a los tecnócratas en el gobierno, Cameron prefiere defender a todas las instituciones en sociedad, como la familia, asociaciones, la Iglesia y cualquier otro colectivo que podamos imaginar.

Un pragmático comunitarismo está presente en las políticas de Cameron. El dirigente político es partidario de defender las instituciones locales, desde los colegios más competitivos a las pequeñas oficinas de correo, cuyas contribuciones a la cohesión de la sociedad eran invisibles en las políticas de Thatcher.

Cameron se ha concentrado en hacer el conservadurismo mucho más atractivo y cautivador para los individuos. De hecho, Cameron pasa un montón de tiempo elaborando sus propios videos de Internet.

Por otro lado, trata de ser conservador en los temas sociales. Así, el pasado año respaldó sin éxito una iniciativa para recortar los límites del aborto. Igualmente ha sido un oponente a los derechos de los homosexuales. Sin embargo, desde que asumió el liderazgo del partido, se ha convertido en partidario de respaldar las uniones civiles entre parejas gays.

Su conservadurismo se asemeja bastante al de Schwarzenegger en California. La modernización le supuso dejar de ser conservador de una manera deliberada. El nuevo enfoque implica formular argumentos conservadores que en el pasado hubiesen sido mal interpretados o mal entendidos. De este modo, pueden hablar de reformas sanitarias sin ser insultados, de inmigración sin ser racistas y de matrimonios sin ser mojigatos.

El matrimonio es una obsesión particular de Cameron.Tal vez por su experiencia personal, por la angustia del fallecimiento reciente de su hijo. Quizás esté interesado en el matrimonio como una cuestión intelectual, pero rara vez hace un gran discurso sin insistir en la necesidad de reforzarlo.

Cameron mantiene una fotografía en la pared de su despacho parlamentario de Harold Macmillan, el primer ministro tory que dominó la política británica en la próspera década de los 60. El Macmillanismo es su referencia. Aunque Cameron declara ser “un gran fan” de Thatcher, realmente es una sutil alabanza. Lo que realmente es, es un fan del thatcherismo, de la reforma de los sindicatos y la mayoría de las privatizaciones, que se han convertido en políticas de consenso.

Thatcher fue una científica y, a continuación, una legisladora de impuestos. Su gabinete estaba repleto de hombres que entraron en la política a edades maduras después de haber hecho sus carreras profesionales en empresas. El Partido Laborista, por su parte, es una mezcla de la universidad y trabajadores. Por el contrario, los jóvenes conservadores son trabajadores que luego son nominados para los escaños parlamentarios.

Cameron se ha definido en ocasiones como “heredero de Blair”. Presumiblemente, no se estaba refiriendo a Irak, una guerra que Cameron respaldó, pero que nunca apoyó con énfasis. Irak dividió a los laboristas en dos. Cameron supo jugar estas divisiones con habilidad, mientras intentaba no dar la impresión de arriesgar las relaciones especiales con los Estados Unidos. Ante el quinto aniversario de los ataques del 11-S, ofreció un discurso en Londres en el que defendió una sólida relación con los Estados Unidos sin llegar a ser dependientes de ellos. Dos años después en Pakistán, Cameron señaló que “no podemos imponer la democracia a punta de pistola” y que no se puede implantar la democracia a 10.000 pies de altura.

El pasado mes de junio, el dirigente conservador criticó las investigaciones laboristas sobre los orígenes de la guerra de Irak por no ser lo suficientemente abiertas. Una de las quejas más comunes entre las filas conservadoras respecto a Blair como primer ministro es que abandonó la tradición británica del gabinete por una especie de corte real.

De todas las personas que asesoran a Cameron, hay que destacar a su director de comunicaciones, Andy Coulson, quien fue director del periódico sensacionalista News of the World. Coulson es reconocido por traducir la agenda de Cameron en términos que el público no urbano puede entender: menos sobre medio ambiente y más sobre inmigración. Menos sobre responsabilidad social y más sobre descomposición social. Cameron hace de su unión con la cultura popular una fuente de orgullo. Por ejemplo, cuando se reunió el pasado verano con Barack Obama, le regaló uno de sus CD favoritos con música de Smiths, Radiohead y Lilly Allen.

Hay un choque de estilos e incluso de culturas políticas que se plasman durante la media hora de cada miércoles en las sesiones parlamentarias. En ellas, Cameron suele liderar los ataques contra Brown, aunque él insiste que lo importante no es ganar en los periodos de sesiones, sino ganarse el afecto de la gente.

Cameron es la clase de políticos que a los británicos les gusta. Brown es la clase que ellos manifiestan preferir aunque realmente no es así. Brown trata de construir sus mensajes a través de argumentos lógicos atiborrados de datos. Al contrario, Cameron busca sucintamente humillar a Brown.

Después de una década y media de primacía laborista en la economía, Cameron destaca sobre Brown en las cuestiones económicas. De hecho, el enfoque de Cameron tiene más en común con las políticas que Angela Merkel practica en Alemania que con las explícitamente keynesianas seguidas en los Estados Unidos y por ahora en Gran Bretaña. Además, Cameron acusa a Brown de convertir el país en el más endeudado del planeta. Si bien al principio respaldó al actual primer ministro en el rescate de los bancos, realmente le ataca en sus planes de estímulo que endeudan enormemente al país.

Actualmente, Cameron está a 17 puntos por encima de Brown, de acuerdo con las encuestas realizadas a mediados de junio, pero con sólo el apoyo del 35 de por ciento de los británicos. Ésa cifra es más baja que el 45% de los encuestados que no considera a los conservadores preparados para gobernar.

A diferencia de los Estados Unidos, donde la crisis económica ha conducido a la gente a replantearse sus creencias de que el gobierno es más un problema que una solución, en Gran Bretaña los políticos más desacreditados están situados en la izquierda. Así, las políticas alternativas en las que la gente empieza a creer son muy diferentes: libertarias y sospechosas de las administraciones.

En el momento más álgido de los escándalos del pasado mayo, Cameron dio un discurso en la ciudad de Milton Keynes en el que manifestó que: “necesitamos una masiva y radical redistribución del poder, del estado a los ciudadanos, del gobierno al parlamento, a las comunidades, de Bruselas al Reino Unido, de los jueces a los individuos, de la burocracia a la democracia… nosotros debemos coger el poder de la élite política y trasladárselo a los hombres y mujeres de la calle”.

El Reino Unido está preparado para el Nuevo Conservadurismo, para comprobar si es un conjunto de eslóganes de marketing o una ideología de gobierno que puede sacar al país fuera de la crisis económica más grave de los últimos tiempos.

Continue reading
Reading time: 6 min
Written by: Jorge Mestre
Economía Política internacional

Geopolítica y globalización

11 julio 2009 No hay comentarios

El pasado 8 de julio tuve la oportunidad de abordar en el curso de verano de la UIMP de Valencia, «Identidad europea, ciudadanía y globalziación», una charla sobre la influencia de la geopolítica en la globalización, así como poder analizar varios enfoques actuales como el de los apocalípticos de la globalización con motivo de la crisis económica, debate muy similar al producido tras el 11-S, y poner sobre la mesa la reacción mundial ante una enfermedad global como la Gripe A. ¿Ha funcionado mejor la OMS o cada estado autonómamente? En la mesa también estuvieron Josep María Felip, Alexandre Catalá y Alessandro Morello, quienes pudieron ilustrar a la asistencia con unas magníficas exposiciones. Y por supuesto, reconocer el esfuerzo en la organización de un seminario de estas caracteríticas a los escritores Josep Carles Laínez, Rosa María Rodríguez Magda y al politólogo Alessandre del Valle.

A continuación, posteo mi intervención de aquel caluroso día.

En este año de crisis económica mundial a algunos economistas les preocupa que la actual recesión pueda simbolizar el principio del fin de la globalización. Es el mismo debate que hubo en 2001 tras el ataque terrorista a las Torres Gemelas.

Por aquel entonces, se comprobó finalmente que la globalización estaba viva y sana, con dos ejemplos muy claros situados en los dos países más grandes del mundo, India y China, en donde la apertura de esas economías al comercio de bienes y servicios se probó como la mejor forma de sacar de la pobreza a sus ciudadanos.

Aunque la globalización fuera puesta en entredicho en Europa y Estados Unidos, en lugares como China y la India era fácil encontrar una gran predisposición por la participación en el proceso de expansión económica. Así, en lugares como Bangalore, el Silicon Valley de India, cientos de miles de jóvenes, la mayoría de familias de clase baja, repentinamente progresaron socialmente, adquirieron viviendas dignas y vehículos propios tras haber cursado estudios técnicos y haberse unido a empresas de software e ingeniería del país. Todo ello fue gracias a la globalización.

Personalmente he podido comprobar recientemente la apasionante aventura de crear un nuevo sitio web dedicado al comercio electrónico en España que ha sido desarrollado en tres meses por varios de estos profesionales indios de entre 20 y 25 años que trabajan en la ciudad india de Pune en el estado de Maharashtra. No tengo el gusto de conocerles personalmente, tampoco era necesario. Lo que sí he comprobado es la flexibilidad de ellos para exportar conocimiento y amoldarse a los requerimientos culturales de un país separado del suyo por 8.000 kilómetros.

La imagen de la India ha pasado de ser la de un país tercermundista, de encantadores de serpientes a otro de jóvenes informáticos brillantes. ¿Significa esto que no haya indios pobres? Por supuesto que no y de eso hablaré en unos minutos.

Volvamos ahora a la actualidad a la que antes me refería. Hasta hace año y medio, se pensaba que la globalización hacía cada vez menos importantes a los gobiernos. Los flujos privados de bienes, capitales y servicios habían hecho de los estados actores casi enclenques. Los gobernantes elegidos eran vistos como menos importantes en la toma de decisiones.

Por tanto, hay quienes creen que la crisis financiera internacional ha puesto estas ideas en entredicho, del mismo modo que ocurrió por temas de seguridad nacional tras el 11-S. Los bancos centrales de las economías desarrolladas comenzaron el pasado año a nacionalizar bancos y creo que hay mucho de verdad pensar que la globalización económica está sufriendo por la crisis actual. Sí. Los flujos comerciales e inversores están cayendo, están surgiendo barreras arancelarias y uno de los daños secundarios de las nacionalizaciones bancarias y de los rescates es el proteccionismo financiero.

Sin embargo, ese aspecto tan sombrío no significa el fin de la globalización entendida como un incremento de las redes de interdependencia. La globalización posee otras muchas dimensiones, que no han sido perjudicadas por la crisis económica mundial, e incluso es posible que algunas de ellas, como el terrorismo o narcotráfico, prosperen en esta tesitura de mala situación económica.
Hace mucho tiempo que nuestra sociedad decidió entrelazarse con el resto del planeta. Ésa es la razón por la que ahora la inestabilidad política en cualquier parte del mundo nos afecta a todos, a nuestras rutas comerciales y a nuestros mercados y proveedores internacionales.

Dependemos tanto de los demás que si hace unas décadas le hubiéramos preguntado a algún político el nombre de algún país irrelevante bajo el punto de vista geopolítico y para nuestros intereses nacionales, no cabe duda que la lista hubiera comenzado por estados como Afganistán o Haití, a pesar de que finalmente se reconociera que eran tan importantes como para justificar el envío de tropas a esos lugares.

Como relató hace varios años Jared Diamond, hoy día el mundo ya no afronta sólo el riesgo bien delimitado de que una sociedad como la de los mayas se desmoronase de forma aislada sin afectar al resto del mundo. Al contrario, las sociedades están en la actualidad tan interrelacionadas que el riesgo es muy serio. Esta conclusión le resultará familiar a cualquier persona que invierta en los mercados de valores de Japón o Estados Unidos. De hecho, ni siquiera Estados Unidos puede salvarse con sólo impulsar sus propios intereses a expensas de los intereses de los demás.

Cuando la remota Somalia estalló, allí fueron tropas estadounidenses; cuando las antiguas Yugoslavia y Unión Soviética se colapsaron, de allí salieron riadas de refugiados en dirección a toda Europa y al resto del mundo; y cuando se propagaron nuevas enfermedades en África y Asia, esas enfermedades se extendieron por todo el planeta.

Actualmente, la totalidad del mundo es una unidad independiente y aislada, como en su día lo fue el Japón de la dinastía Tokugawa, conocida por adoptar una postura de aislamiento absoluto frente al resto del mundo y en la eliminación de influencias externas por cualquier medio. Tenemos que darnos cuenta como hicieron los japoneses de que no hay ninguna otra isla a la que podamos dirigirnos en busca de ayuda o a la que podamos exportar nuestros problemas. Al contrario, tenemos que aprender, como hicieron ellos, a vivir por nuestros medios.

Las esperanzas radican en otra consecuencia de la interrelación del mundo globalizado moderno, como puede ser Internet. La Red nos habla de lo que ha sucedido en China, Irán, Somalia u otros estados fallidos hace unos minutos. Los documentales o libros también nos enseñan qué ocurrió para que los habitantes de la Isla de Pascua se desvanecieran. Así pues, tenemos la oportunidad de aprender de los deslices de sociedades remotas y de sociedades del pasado. Esa es una oportunidad de la que no gozaron nuestros antepasados.

Así las cosas, preguntémonos ahora qué tienen en común dos estados como Uganda y Suiza. Ambos son países sin salida al mar, está claro, pero mientras que el acceso de Suiza al mar depende de la infraestructura de Alemania e Italia, Uganda está influenciada por las pésimas comunicaciones de Kenia.

Por tanto, para un país como Uganda, le resulta muy complicado que sus productos nacionales puedan acceder al mercado global en condiciones ventajosas. En opinión de Jeffrey Sachs los países sin acceso al mar pierden casi 1 punto en sus tasas de crecimiento anual del PIB. A este dato hay que añadir que el 38% de personas del “club de la miseria” definidas por Paul Collier vive en países sin acceso al mar, lo que es un verdadero problema para África.

Collier piensa que los países del club de la miseria donde viven cuatro mil millones de personas que han emprendido el camino del desarrollo han caído en una o varias trampas de las que no es fácil salir y que por ello están perdiendo la oportunidad de subirse al tren de la globalización en el momento adecuado.

Joseph Stiglitz manifestó que la globalización podría estar creando países ricos con gente pobre. Esto es lo que pudo estar ocurriendo en sitios como en Sudáfrica donde el gobierno posterior al Apartheid adoptó una economía de libre mercado que llevó a crecimientos económicos continuados del 4-5%, aunque poco hizo por revertir las desigualdades o los altos niveles de desempleo.

La escuela de pensamiento realista de Relaciones Internacionales consideró en su día que aparte de la importancia de los factores geográficos en la configuración del poder estatal, existen otros como el territorio, población, clima y distancia entre estas entidades jurídicas.

De este modo, los países que sufren presión medioambiental, están superpoblados o ambas cosas corren el peligro de ver acentuadas sus crisis políticas y de que sus gobiernos se vengan abajo. Cuando la población está desesperada, mal alimentada y carece de esperanza, culpa a sus gobernantes, a quienes considera responsables o incapaces de solucionar los problemas. En esas situaciones posibles la población trata de emigrar a cualquier precio, se enfrenta por la tierra, se mata entre sí, se desencadenan guerras civiles o, puesto que piensa que no tiene nada que perder se vuelven terroristas o apoyan y toleran el terrorismo.

Las consecuencias de estas claras vinculaciones son los genocidios como los que ya se desencadenaron en Camboya y Ruanda. O las guerras civiles y revoluciones como las que han tenido lugar en muchos países. O las apelaciones al envío de tropas occidentales en Afganistán, Haití y Somalia. O el colapso de los gobiernos centrales como ya ha sucedido en Somalia o Sudán.

Hoy en día, el mundo se asemeja a una aldea, donde cada uno está conectado con los demás en cualquier rincón del planeta. Sin embargo, para aquellos cuyo viaje incluye un largo periplo en patera a través de mar abierto o en camión a través de un desierto, la globalización es a menudo imperdonable.

Millones de personas cada año tratan de emigrar, legal e ilegalmente, de los países pobres a otros más prósperos. Sin embargo, los pobres del mundo en desarrollo están decididos a no reducir lo poco que tienen para compartir con los inmigrantes extranjeros y, al igual que ocurre con muchos del mundo rico, están levantando barreras a esos inmigrantes para establecerse en su seno.

Junto con el creciente cosmopolitismo de los ricos y de los profesionales de la nueva economía, la globalización ha ido acompañada de un aumento de la xenofobia. Xenofobia que es peligrosamente alimentada por las teorías de la conspiración que explican el origen de la crisis económica actual, a menudo atribuidas a individuos o a países extranjeros. En Estados Unidos, muchos aseguran que la causa de la recesión son los excedentes chinos, y en otros países como España el propio presidente del Gobierno ha responsabilizado a EE UU, Bush y Aznar.

Estas manifestaciones que son pronunciadas como pequeñas medidas de proteccionismo comercial, pueden generar sentimientos xenófobos poderosos y muy extendidos.

El fenómeno adopta una forma violenta como se pudo comprobar el pasado junio en Irlanda donde veinte familias rumanas tuvieron que refugiarse en una Iglesia para evitar los ataques racistas a base de pedradas e insultos por parte de algunos irlandeses, lo que les obligó a regresar a su país.

La llamada ultraderecha también avanzó en las pasadas elecciones europeas en nueve de los 27 países miembros. Las encuestas muestran que incluso EE.UU., una nación construida sobre la inmigración, es ahora más hostil a la inmigración que en cualquier otro momento de su historia. De hecho, en 2007, una encuesta del Instituto Pew reveló que en la mayoría de países del mundo excepto Japón, Corea del Sur y los territorios palestinos había una opinión mayoritaria en contra de la inmigración.

Hay muchas lecciones que pueden extraerse de la violencia sobre inmigrantes. La principal de ellas puede ser que la xenofobia tiene que ver menos con el color de la piel que con los recursos, y que los Gobiernos harían bien en concentrarse menos en las brechas del pasado basadas en las diferencias raciales que en la brecha actual de los pudientes y desposeídos.

Estamos pues acostumbrados a pensar en la globalización en términos de que nosotros, los habitantes ricos y avanzados del primer mundo, enviamos nuestras mejores cosas, a esos pobres habitantes atrasados del tercer mundo. Pero la globalización no significa llevar sólo cosas buenas desde el Primer Mundo al Tercer Mundo. También sucede que les llevamos lo que no queremos. Por ejemplo, la demanda de recursos naturales por parte de los países ricos aumenta más rápido que la oferta, y a veces se produce escasez, con lo que tenemos un condicionante más para el estallido de conflictos armados.

Y también es verdad que la población del tercer mundo, puede enviarnos sus propias cosas negativas: sus enfermedades, como el sida, el cólera, y otras enfermedades transmitidas inadvertidamente por los pasajeros de los vuelos transcontinentales; o bien los terroristas y otras consecuencias derivadas de los problemas propios del Tercer Mundo.

En los últimos meses hemos vivido pandemias como la Gripe A, más conocida como gripe porcina en el resto de países. ¿Qué hacemos frente a estas situaciones? ¿Construimos instituciones mundiales centralizadas lo suficientemente fuertes como para responder a las amenazas transnacionales? ¿Hacemos lo que el papa Benedicto XVI ha sugerido en su encíclica social “Caritas un Veritate” de gobernar la globalización a través de una verdadera autoridad política mundial? ¿O seguimos confiando en las decisiones descentralizadas de los Estados-nación?

Hace dos años, el profesor de la Universidad de Princeton, John Ikenberry, escribió un magnífico trabajo sobre el supuesto de una respuesta centralizada a los problemas globales. Sostuvo que Estados Unidos debe ayudar a construir una serie de instituciones multilaterales que hagan frente a los problemas mundiales. A su juicio, las grandes potencias deberían construir una verdadera infraestructura de cooperación internacional, creando capacidades compartidas para responder a una amplia variedad de contingencias.

Si se aplicase esa lógica a la Gripe A, podrá decirse que el mundo debería reforzar la Organización Mundial de la Salud para darle la facultad de analizar la propagación de la enfermedad, decidir cuándo y dónde son necesarias las cuarentenas y organizar una respuesta mundial única.

Si tuviéramos una organización de dichas características, no tendríamos que asistir a las fricciones surgidas con el enfoque descentralizado. Europa ofendió hace dos meses a EE UU por alertar a sus ciudadanos de no viajar al otro lado del Atlántico. Rusia restringió las importaciones de carne de cerdo de España. El temor a una pandemia conduce a una carrera restriccionista, donde los países compiten por restringir movimientos y levantar muros.

Esos peligros son reales. Sin embargo, hasta ahora, esa no es la lección de esta crisis sanitaria. La respuesta a la Gripe A ha sugerido que un enfoque descentralizado ha sido el mejor.

En primer lugar, porque el enfoque descentralizado ha sido mucho más rápido. México respondió de manera unilateral y agresiva cerrando escuelas y cancelando eventos. Casi todos los países occidentales respondieron a una velocidad asombrosa, teniendo en cuenta que había aún pocas personas afectadas.

Si la respuesta hubiera estado coordinada por un organismo mundial, los funcionarios españoles, franceses o italianos no se sentirían competentes en la materia. El poder sería ejercido por funcionarios en zonas alejadas y emocionalmente distantes de la verdadera zona cero.

En segundo lugar, el enfoque descentralizado resulta más creíble. Es un hecho de la naturaleza humana que en tiempos de crisis, a la gente le gusta sentirse protegida por los suyos. Las personas tendemos a confiar en aquellos que comparten una experiencia, en quienes comparten unos valores culturales acerca de las enfermedades y amenazas y en quienes tienen la legitimidad para tomar distintas opciones. Si alguna autoridad restringe la libertad, debería ser alguien elegido por el pueblo democráticamente, no un extraño.

La Gripe A no es sólo una simple emergencia sanitaria. Ha sido una prueba para saber cómo vamos a organizarnos en este siglo XXI. Lo que ha quedado demostrado hasta ahora es que la subsidiariedad funciona mejor.

Continue reading
Reading time: 14 min
Written by: Jorge Mestre
Page 14 of 14« First...10«11121314

Subscríbete

Sobre mí

 

Hola, mi nombre es Jorge Mestre. Soy profesor universitario de Relaciones Internacionales, periodista y analista de política exterior. Este es mi blog, donde subo mis artículos y cosas interesantes que leo o veo. No te pierdas mis novedades.

Post Más Populares

¿Cómo comprar libros para el Kindle desde España?

21 septiembre 2009

Censura de la exposición censurada

8 marzo 2010

¿Por qué El Corte Inglés se ha equivocado de nuevo con su Inves-WIBOOK 600 WiFi?

8 septiembre 2010

Diariocríticocv, el primer periódico en español disponible en el Kindle

7 septiembre 2009

Categorías

  • Economía
  • General
  • Internet e Innovación
  • Libros
  • Medios de comunicación
  • Política española
  • Política internacional
  • Política valenciana
  • Varios

Typewriter Effect

Post Recientes

El cabreo de Zelenski con Sánchez

28 marzo 2022

¿CUÁNTOS CIVILES HAN MUERTO EN UCRANIA?
Una estimación aproximada de las tres primeras semanas.

24 marzo 2022

Los diez errores estratégicos de Putin en Ucrania

20 marzo 2022

¿Está perdiendo Vladimir Putin la guerra en Ucrania?

8 marzo 2022

¿Es la Guerra de Ucrania un anticipo de la Tercera Guerra Mundial?

1 marzo 2022

Nube de etiquetas

Afganistán Al Qaeda Amazon Ansar al Sharia Apple Bush Camps Caso Gürtel China Clay Shirky colegio bella crisis David Monari Diariocritico CV Francisco Camps Gadafi generalitat guerra en ucrania Guerra Fría Israel Jorge Alarte Jorge Mestre José Blanco Kenia Kindle libro electrónico Mali Moratinos Nairobi Obama Palestina prensa Primavera Árabe PSPV Putin Rajoy Sarkozy Siria Steve Jobs Túnez Ucrania UE Viktor Yanukovich Vladimir Putin Zapatero

SUBSCRIBETE A NUESTRO BOLETIN

® 2011 All rights reserved.