El paro y el problema del polizón

Uno de los interrogantes que más ha recorrido despachos, gabinetes, ministerios, organizaciones empresariales, sindicatos y medios de comunicación desde que empezara la crisis ha sido hasta cuándo la sociedad española podría aguantar un incremento tras otro del número de parados permaneciendo en el sitio, sin apenas inmutarse. Los datos de diciembre nos han acercado al abismo de los 4 millones de parados y la cosa no tiene visos de mejora.

Los medios más críticos con el Gobierno piensan que la paz social se sostiene con alfileres portados a su vez por los sindicatos, que sólo han protagonizado alguna que otra protesta de tipo territorial y la más sonada del pasado diciembre contra los empresarios. ¿Pero hasta cuándo?…, late la pregunta en el ambiente.

En otras crisis económicas de la democracia se vivieron episodios de estallidos sociales como las conocidas de los años 80 y primeros de los 90. Actualmente, mientras el paro devora a los trabajadores y miles de empresas han sucumbido azotadas por la situación económica, no se ha conocido ningún estallido social y ninguna revuelta espontánea. POr ello, hay quienes han calificado a la sociedad española como un colectivo adormecido y narcotizado más parecido al de regímenes autocráticos que al de democracias avanzadas como las occidentales.

La respuesta a todo esto habría que encontrarla en las reflexiones que hace algunos años hiciera Marcur Olson sobre el comportamiento de los grupos de interés y los movimientos sociales. Para empezar, Olson establecía que los grupos de interés –entre los que podríamos incluir a los sindicatos- incitan al problema del polizón o del “free-rider”, es decir, que muchos de sus miembros participan activamente en esta clase de agrupaciones para sacar provecho del esfuerzo de otros con los que comparten intereses y aspiraciones. Olson sugirió que por ello es más fácil movilizar la acción colectiva en los grupos de interés pequeños que en lo grandes, como a los representantes de los trabajadores, que necesitan movilizar a un número importante de trabajadores si quieren conseguir una repercusión social con sus acciones.

Sin embargo, los grupos pequeños que tienen una capacidad de movilización más accesible se encuentran con el problema de que el “polizón” les afecta de pleno. Los sindicatos ofrecen a sus miembros numerosas ventajas por estar afiliados en temas relacionados, además de con el asesoramiento legal, con viajes, deporte, seguros de salud, etc. Los grupos pequeños no tienen esos incentivos a su alcance.

Tampoco ha habido en España movimientos sociales contra el paro que hayan traspasado las redes sociales de Internet y se hayan asentado en el mundo físico. ¿Por qué? Ellos también son víctimas del problema de los grupos de interés. No tienen incentivos que ofrecer a sus miembros y no hay barco al que los “polizones” puedan subirse. ¿Alguien piensa que un parado español de a pie con una familia que sustentar, va a lanzarse espontáneamente a revelarse? Es cierto que hemos conocido en España situaciones de personas desempleadas y que en su desesperación se han echado a robar, atracar o a quitarse la vida en los casos más extremos, pero mientras que el conglomerado de colectivos persista en la actual situación y con la misma actitud, el aire que se respire en la calle no tufará a desempleo y todos seguiremos nadando en nuestra balsa de aceite.