Hacer pedagogía en Kenia
Si algunos odontólogos de un país rico viesen los consejos que en Kenia se les dan a los estudiantes de 9 y 10 años sobre aspectos de la higiene bucal, posiblemente se llevarían las manos a la cabeza. Hoy estaba repasando un libro de ciencias que abordaba la cuestión y sugería que en caso de no tener cepillo de dientes, te puedes fabricar uno con una ramita de un árbol al que con un cuchillo le abras pequeñas virutas que te sirvan de cepillo, pero si tampoco tienes dentífrico, lo reemplaces por agua caliente con sal. Cuidado que no sea un árbol venenoso, advertía finalmente.
Más que un libro escolar parecía un manual de supervivencia para niños, he pensado, como aquellos que todo adolescente lee por si se pierde en medio del monte. Pero en Kenia estas lecciones de supervivencia son clave para preparar a los niños ante los numerosos infortunios que les depara la vida. Aparte de de dichas enseñanzas vitales para los individuos, existe en Kenia otra pedagogía, no menos importante, y es la que se refiere a la que su sociedad necesita para salir adelante.
El pasado mes de agosto, los kenianos aprobaron la reforma de su texto constitucional por inmensa mayoría. Lo que esta nueva constitución pretende, en comparación con la anterior, que data de la independencia de 1963, es adaptarse a la situación actual. El nuevo ordenamiento dispone que es obligación del gobierno keniano garantizar la vida digna de sus ciudadanos con la provisión de agua potable, electricidad, alimento y una vivienda en condiciones. La corrupción era otro de los puntos que había que perfilar y así se le dedica un amplio apartado a ello con castigos y penas muy severas para los cargos públicos que incurran en prácticas mafiosas y no rindan cuentas a los ciudadanos.
La problemática de la corrupción está muy instalada en la vida de los kenianos. No hay que día que abra “The Star”, el periódico nacional que leo para entender lo que aquí se vive, que no incluya informaciones referidas a casos de corrupción de ministerios y ministros. El gobierno del primer ministro, Raila Odinga, es un castillo de naipes. En los últimos meses han presentado su dimisión el ministro de Asuntos Exteriores, Moisés Wetangula; su secretario de Estado, Thuita Mwangi; el diputado William Ruto, y hace menos de un mes, el alcalde de Nairobi, Geoffery Majiwa, fue arrestado por pagar 100 veces más por un terreno que iba destinado a un cementerio. De los 240.000 euros que realmente valía la parcela, acabó pagando 2,5 millones de euros. Eso fue un asalto a una sociedad, pobre, como la keniana que no se puede permitir, ni tolerar.
Las sombras de la corrupción aparecen ahora sobre las cabezas de otros cuatro ministros, 40 empresas públicas, y especialmente llama la atención las acusaciones sobre el ministro del Agua, Charity Ngilu, que gestiona uno de los bienes más preciados en este país por su mala calidad, o su ausencia en ciertas zonas.
Sin agua, no hay desarrollo. Y esto es algo que saben muy bien los kenianos, cuyas muchas de las familias tienen que recorrer varios kilómetros diarios para llenar los bidones de agua previo pago en una fuente, pero que ha de ser tratada antes de su consumo. Aquí la provisión del agua es un negocio. El litro de agua se vende a 10 shillings o chelines kenianos, el equivalente a 10 céntimos de euro, que si tenemos en cuenta que la gente pobre vive con menos de 60 céntimos de euro al día, el agua pasa de ser algo básico a un bien casi de lujo.
Volviendo al tema de la corrupción, el pasado sábado asistí a una reunión de David Monari con 11 representantes de la comunidad de Kibera donde les sumergió en una sesión pedagógica sobre el calado del texto constitucional. Había apartados que a cualquiera de los que procedemos de países desarrollados nos parecerían obvios, pero tuvo que explicarles el alcance de terminología básica como la rendición de cuentas, los conflictos de intereses, la competencia desleal…, y por supuesto, no meter la mano en la caja.
No es extraño encontrar en Kenia carteles gubernamentales alusivos a la explicación de lo que es la corrupción como el que acompaño en la imagen de este post. La pedagogía es fundamental en diferentes ámbitos de esta sociedad. Un día abordaré la problemática de la educación sexual aquí en Kenia y sus distintos tópicos, que debido a su ausencia y de la mentalidad, les ha conducido al dudoso puesto honorífico del décimo país con mayor número de casos de SIDA en el mundo.
La televisión asume aquí un importante papel instructor. Anuncios que en España parecerían ridículos, no lo son en Kenia. Por ejemplo, hay mensajes publicitarios para toda la familia que recomiendan limpiarse las manos habitualmente para evitar el traspaso de gérmenes y el contagio de enfermedades. Otros se refieren a la importancia de la revisión médica y periódica de los bebés.
Pedagogía, formación y más pedagogía necesita esta sociedad para conocer las reglas básicas de un estado de Derecho, el respeto a las instituciones y las prácticas del buen gobierno. De todo ello también depende salir de la pobreza.
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