Leo en mi Kindle la edición de esta semana de The Economist que incorpora un interesante artículo sobre las barreras que se le están poniendo a Internet en casi todos los países del mundo por parte de empresas, gobiernos y operadoras de telefonía, agentes que pretenden exclusivamente promover sus intereses políticos o comerciales.

Los principales muros a los que alude la revista británica son tres. Uno primero de tipo nacional, con China como máximo exponente, que censura websites y monitoriza el tráfico de los usuarios para definir lo que la población puede ver y hacer en la Red. Australia también quiere levantar su propio cortafuegos en el ámbito nacional para acabar con contenidos completamente execrables, pero que suponen una barrera a la libre circulación de información que define la Red.

En la siguiente tabla puede verse el número de solicitudes por parte de las agencias estatales (en España, la Agencia de Protección de Datos) para borrar información de los usuarios en Google o la obtención de información de los usuarios. España ocupa el séptimo lugar en el mundo en solicitudes de dicha información y el noveno en requerimientos para la eliminación de datos.

Solicitudes de borrado a Google en el mundo

Fuente The Economist

El segundo muro hace referencia a los “walled gardens” (“jardines cerrados”) que están resucitando de nuevo cuando hace una década parecían estar sentenciados. Apple, Amazon, Google, Facebook han creado sistemas y servicios propietario que no permite interactuar con los demás. Estas compañías ejercen de “gatekeeper” (“guardias”) al decir a los usuarios lo que pueden o no hacer en Internet. Traigo a colación el ejemplo del artículo de Wired sobre la muerte de la web en el pasado agosto.

Si al final todos acabamos navegando en nuestros androides o iPhones a través de las aplicaciones que se autorizan desde Google o Apple, se nos está privando el acceso a unos servicios que forman parte de la propia esencia de Internet.

Leía esta semana el ejemplo de un empresario restaurador norteamericano que ha tenido que invertir unos 4 millones de dólares para volver a existir en Google. Tras aparecer en los primeros puestos, un día de repente desapareció al ser penalizado por el buscador tras comprar enlaces a otros webs.

El tercer ejemplo que se cita es el de las operadoras de telefonía que quieren extender su negocio más allá de la simple conexión. Dichas compañías han observado en su cuenta de resultados que las facturaciones de telefonía han descendido porque aparte de que nos comunicamos de manera diferente, con mensajes en Facebook, Twitter o email, los servicios de telefonía sobre VoIP aprovechan las redes de estas operadoras para prestar un servicio que ante lo ofrecían las propias compañías de telecomunicaciones.

Y añado. Si Telefónica quiere destruir la tarifa plana que asuma el riesgo, sea valiente y se lance, porque el resto de compañías apenas le han seguido y están esperando un falso movimiento de la operadora que les permita llevarse sus clientes.

En definitiva, lamentablemente del Internet abierto de hace 15 años apenas queda poco más que el nombre, pero como usuarios tenemos la obligación y oportunidad de mostrar a gobiernos, empresas y operadores nuestra negativa a que se quebrante la universalidad del conocimiento, de las ideas y del progreso.