Habitualmente se suele asociar a los emprendedores con gente joven, que ha terminado sus estudios universitarios, algún master o que prefiere no tener jefe y decide montar una empresa por su cuenta. Esa es la creencia popular e incluso puede recordarse los casos de exitosas empresas como Facebook o Google que fueron gestadas por veinteañeros.

Sin embargo, he leído un interesante informe de Nesta referido al Reino Unido sobre la importancia que han tenido los emprendedores con edades comprendidas entre los 50 y 65 años sobre el tejido empresarial. Pues bien, según dicho estudio, el 27% de las nuevas empresas británicas nacidas entre 2001 y 2005 lo hicieron de la mano de estos emprendedores, lo que vinieron a suponer 93.500 empresas que emplearon a casi 400.000 personas.

Los autores del informe apuntan que tan importante es el entusiasmo de la juventud en un emprendedor como la experiencia, de ahí que las empresas que registraron mayor crecimiento fueron las que habían sido puestas en marcha por un equipo de tanto jóvenes como veteranos.

En un momento en el que el envejecimiento de la población se plantea como un problema en las sociedades occidentales, este informe muestra que hay un activo y una fuente de riqueza importante entre los «emprendedores de la tercera edad». Lo que al parecer motiva a los emprendedores más veteranos a lanzarse en su aventura empresarial es su deseo de aportar algo a la sociedad en la que viven y la felicidad que sienten asumiendo nuevos riesgos. Por cierto, tanto atraen las nuevas tecnologías y las industrias creativas a mayores como a jóvenes.