Para llegar a este dato hay que considerar que en el estudio de los conflictos se prevé que alrededor de la mitad de las víctimas totales corresponden a civiles, personas inocentes que no estaban participando en la guerra, pero que han sido objeto de los ataques en este caso de las tropas rusas y algunos casos objeto del fuego amigo.
Los fallecidos entre las filas rusas no son esos 14.000 que los órganos de información del gobierno ucraniano han difundido. Más bien se situarían a estas alturas entre 7.000 y 8.000. A ello hay que añadir que los soldados ucranianos muertos en los combates se situarían en una cifra inferior a la de las tropas rusas, posiblemente entre 6.000-7.000.
La pobreza que se ha instalado en la sociedad ucraniana parece actualmente un daño colateral, pero la propia ONU ha previsto que dentro de unos meses el 90% de la sociedad ucraniana se encontrará en el umbral de la pobreza. Tenemos, por tanto, la obligación moral de evitar un nuevo Holodomor como el que sometió Stalin a la población ucraniana hace casi un siglo.
Las cifras de muertos de Mariupol están por ser conocidas, pero sabemos ya de sucesos dramáticos como los del teatro que servía de refugio a centenares de niños y fue masacrado por tropas rusas o el museo que hace pocos días también fue objeto de ataques cuando acogía a decenas de refugiados. Mariupol se ha convertido en un verdadero infierno para los ucranianos que allí viven y aunque la resistencia ha impedido que las tropas rusas se hagan con el control absoluto de la población, el gobierno ucraniano ha reconocido que en los próximos días será inviable mantener la contención.
Otro de los grandes dramas que se están viviendo en esta población costera del Mar de Azov, según su alcalde, es que Rusia ha emprendido la deportación de miles de sus lugareños al interior de Rusia, práctica muy propia de los tiempos de Stalin cuando se quería someter y dominar a una población. Se reemplazaba a los que allí vivían con otros procedentes de otras regiones.
Járkov, segunda ciudad del país, concentra a estas horas presumiblemente el segundo mayor registro de víctimas civiles del país. Los efectos de las bombas rusas han sido vistos por casi todos nosotros en una imagen verdaderamente desolada de la población.
En Kiev, finalmente, es donde hay que destacar que se están produciendo el mayor número de bajas por parte de las tropas rusas pues ha sido el punto donde se han concentrado mayor número de efectivos militares y donde la contraofensiva ucraniana no sólo los ha detenido, sino que incluso en la parte norte los ha retrocedido.
Las pérdidas militares, entre muertos y heridos, alcanzan más del 20% de las tropas desplegadas por Putin en la frontera con Ucrania. Todo ello ha provocado que se haya tenido que incorporar al campo de batalla nuevos efectivos situados procedentes de los territorios autónomos cercanos a Georgia, de Armenia o mercenarios sirios.
A día de hoy, la Guerra de Ucrania supone el conflicto más sangriento de los que ha protagonizado Moscú en casi 45 años, por encima de la guerra de Afganistán en 1979 o la intervención en Georgia en 2008. Todo ello ha acrecentado la desmoralización de los soldados rusos, pero también nos debe hacer reflexionar a todos, como ya vimos en Afganistán o Irak, que las guerras ya no se ganan en el campo de batalla.