Demostraciones salafistas en Tunez

Túnez ha vivido un período de su historia donde muchos de sus jóvenes han participado en diferentes «guerras santas» acontecidas en otros países. Por ejemplo, de acuerdo a algunos datos revelados este año por el gobierno sirio de Al Assad, existe un gran porcentaje de árabes provinientes de otros países que se han unido en la lucha para derrocar al dictador sirio, y muchos de ellos son de origen tunecino.

Es el caso del principal grupo rebelde, el conocido como Ejército Libre Sirio, grupo formado mayormente por antiguos soldados desafectos y repleto de «yihadistas» foráneos. Así, en el mes de mayo de los 26 extremistas detenidos por el régimen sirio, 19 eran tunecinos.

Y no solo este dato. Un archivo de documentoss interceptado por oficiales de los EE UU en la región de Sinjar, al norte de Irak, revelaba que de los 600 «yihadistas» allí localizados, la mayoría procedían de Libia y de Arabia Saudí, pero Túnez era el tercer país en importancia.

¿Qué puede haber ocurrido para que Túnez, un país con la reputación de haber sido el país más secular del mundo árabe, se haya convertido en una fábrica de radicales?

Para Sami Brahim, un estudioso de los movimientos islamistas en Túnez, «el extremismo es fruto de la dictadura». Sin embargo, hay que tener en cuenta que el país donde arrancó la Primavera Árabe, siempre ha tenido una gran clase media que ha viajado y salido del país. Con muchos tunecinos trabajando y viviendo en el extranjero, los potenciales «yihadistas» cuentan con importantes redes de contactos en quienes confiar integradas por familiares y amigos. Y también el hecho de haber tenido una economía más abierta que la marroquí o la argelina, ha contribuido a ello.

Jóvenes musulmanes ultraconservadores, conocidos como salafistas, han intensificado sus protestas contra lo que ellos consideran insultos a la religión, han atacado galerías de arte y en los últimos tiempos se han enfrentado duramente a los islamistas moderados y policía.

Los imanes radicales contribuyen a empeorar la convivencia con sus alegatos para que los jóvenes tomen partido en la «guerra santa» contra Siria, a quien consideran un régimen ilegítimo. Según datos del Ministerio de Asuntos Religiosos, alrededor de un centenar de imanes no reconocen la autoridad del Estado en Túnez.

Mientras tanto, el gobierno encabezado por Ennahda, un partido islamista moderado prohibido en tiempos de Ben Ali, ha sido ahora criticado por Al Qaeda que ha hecho un llamamiento a su derrocamiento por no haber impuesto la ley islámica.

Pero la amenaza del fundamentalismo podría ser mayor si aquellos que luchan ahora en Siria, vuelven un día a casa, como aquellos que lucharon contra los soviéticos en Afganistán en los años 80. Es decir, Túnez puede recibir una ola masiva de «muyahidines» en los próximos años con destrezas adquiridas en técnicas de combate que serían una auténtica pesadilla para la transición tunecina.

Uno de los grupos salafistas que han adquirido importancia en los últimos meses, sobre todo tras el ataque terrorista a la embajada estadounidense en Bengasi, es Ansar al Sharia. Pues bien, su rama tunecina cuenta con un fundador, Ben Hassine (conocido también como Abu Iyadh) que estuvo luchando en Afganistán frente a los rusos ahora hace 30 años.

Al Qaeda 2.0
La inestabilidad que se vive y se acrecienta por momentos en el Sahel podría ser también explicada por la irrupción de «Al Qaeda 2.0» que entronca justamente con la muerte de Osama bin Laden y el nuevo liderazgo de Ayman al-Zawahiri. A diferencia de bin Laden, más obsesionado por atacar en países occidentales, al-Zawahiri persigue más combatir regímenes locales y a gobernantes árabes.

Campos de entrenamiento
Existen sospechas de que los islamistas han creado dos campos de entrenamiento de terroristas al norte y sur de Túnez, en vísperas de lo que para ellos será la próxima «guerra santa» y que se vivirá en Mali, con riesgo de extenderse en países limítrofes.

Los dos campos de formación conocidos se sitúan al norte, en la región de Tabarka, y el otro al sur, en los límites fronterizos con Argelia y Libia cerca del oasis libio de Ghadames.

Países vecinos como Argelia han mostrado su preocupación por el aumento de la amenaza «yihadista» procedente de Túnez. Dos hechos que alimentan esa sensación fueron la desarticulación reciente de una célula terrorista en Annaba con todos sus miembros de origen tunecino, así como el descubrimiento en la ciudad argelina de Tebessa (a 800 kilómetros de España, la misma distancia que hay entre A Coruña y Valencia) de varios misiles tierra-aire del régimen de Gadafi que habían llegado hasta allí cruzando Túnez.

El éxito en la operativa de estos grupos muestra la incapacidad del Ministerio del Interior tunecino para hacer frente a los radicales. El riesgo actual es, por tanto, bastante alto y la posibilidad de que posean campos de entrenamiento donde entrenar terroristas ha impulsado un cambio de actitud en el gobierno tunecino que ha pasado de controlar y dirigir la situación a prevenir posibles ataques inminentes aunque con una capacidad de reacción mínima.

En un próximo análisis profundizaré en los riesgos para la seguridad nacional española del estallido de un conflicto en Mali, que si bien tendría un carácter regional, sus consecuencias podrían llegar hasta España como al resto del sur de Europa. De la intervención en Mali se ha dicho que podría ser «la nueva guerra de Afganistán» en territorio africano, con la salvedad que entre España y el norte de Mali apenas hay 1.500 kilómetros frente a los 6.000 kilómetros que nos separa de Afganistán.