Una patética manifestación
Clama al cielo la movilización que nos espera este fin de semana. En plena crisis económica, muy lejos de abandonarla y con unas previsiones de cara al próximo año tan negras como las actuales (el 25% de tasa de paro ya no suena como cifra tan disparatada) los sindicatos mayoritarios -UGT y CC OO para esa gran mayoría que no sabe quiénes son o qué hacen- darán una muestra más de servilismo borreguil y en lugar de criticar a Zapatero y a su corte, que a fin de cuentas son los responsables de que más de cuatro millones de españoles estén sin trabajo, lo harán contra los empresarios, contra el panadero de la esquina, contra el dueño de bar de enfrente, contra ese carpintero al que la administración no le paga desde hace un año y ha tenido que presentar suspensión de pagos.
El 12 de diciembre las calles de Madrid vivirán uno de los mayores esperpentos de la democracia española: cientos de miles de trabajadores marcharán vergonzantemente en protesta contra quiénes un día les dieron trabajo a cada uno de ellos y con la excusa de la liberación sindical viven desde entonces del cuento.
UGT y CCOO culpan a las patronales de empresarios y les señalan como verdaderos responsables de los males económicos que nos aquejan desde hace dos años.
Ninguno de los sindicatos mayoritarios denunció las mentiras de un gobierno que negaba la crisis. Tampoco discreparon cuando un millón de trabajadores se ha ido a la calle en cuestión de un año. Ni que decir cuando tuvbieron que haberle tirado de las orejas a Zapatero cuando la CE dijo hace escasas semanas que seremos los últimos en salir a flote.
Dicen que el crimen perfecto no es aquel que queda impune, sino aquél en el que se consigue inculpar a un inocente. Y eso es lo que hacen los dos grandes sindicatos. Cuando vea las pancartas del próximo sábado, y quienes se esconden tras ellas, sólo me vendrá a la cabeza cuanta demagogia y cinismo hay en quienes presumen de su apoyo incondicional a los trabajadores. Abrumados es como deberían sentirse estos sindicatos sobornados que han visto aumentadas sus subvenciones en un 50% en dos años y que siguen sin hacer públicas sus cuentas.
Todos tenemos un precio. El de Toxo y Méndez parece que está en torno a los 15 millones.
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